Sunday, March 25, 2007

Al Poeta del Mundo

Por: Andrés Castaño.


Si resuenan las banderas y la épica se hunde en los maderos de un barco oscuro perdido, será clamor tu mirada, hombre caminante y conductual, será incendio en la vorágine nauseabunda que te rodea y abraza. Llamarada en tu sangre un amor fundó, tal vez, por temores a la pluma que culpaste de tu desgracia, la misma que colabora como espada que lancina y antorcha que ilumina noches.
Nocturno perdido pero nunca esclavo, batalla permanente, nunca deslumbrado con la parafina eterna del tiempo ni cercano a la misericordia; gato ciego, andas tus huellas en la sombra de las mismas y gritas en corzo la podredumbre de las manzanas que te lanzaron y comiste. Hoy te caes valorado por morados balines y lanzas de terciopelo para morir coronado por Lucifer y Buda en el caldero de agua fría que te espera fatigado de locuras y con vahos melancólicos espesos; carabina de casquillos, disparas estrellas de opio y olvido para volver poema un hombre, y te recargas con esperanza y dolor, rapsoda del 2000, para luego volver a la carga con la boca llorosa y los ojos cerrados.

El mundo se aleja con sus montañas y en el silencio habita su éxodo lacrimoso, ya en tus venas un volcán ríe sobre las autopistas del destino, las infranqueables, esas que vomitas antes de que perplejo te ponga la avalancha. Solitario no caminas pues en ramos disecados, en simulacros envueltos por alas de cuervo rosa, te meces, parecido al reflejo que un espejo de septiembre te enseñó mientras comías la tierra con los dedos de hielo y azufre. Soldado quemado en las llagas ocres de la ambición, al tiempo que nombraste la palabra que te hizo grande abandonaste el minuto preciso en que comprendiste todo para nunca mas volver a entender; volátil máquina de huesos, ¿Por qué estiras la mano para fecundar belleza? No te creas, desnudo, el almíbar de la salvación; todo está perdido y ya lo aceptaste tatuando de cromo piel el símbolo diciente de lo que fuiste; sólo un hombre y polvo, apenas sentido y fatalidad hirviente.

Al poeta de la esfera de azul y verde lo acontece la catarsis mientras la neblina tóxica de la ciudadela le va matando el cristal de sus versos y le roba las uvas que alcanza bajo lo inestable de sus emociones; alegría pintada con óleo nacarado de hipocresía, ni juegues a intentar, sólo haz lo que venga, y a todos por igual, como si la muerte hubiera dejado su hoz en la sombra de los naranjos que perdiste mientras fumabas un río. La eternidad se pasea entre tus relojes; abandónalos; y la tragedia te la encuentras en la esquina cuando avanzas sin parar en este círculo ebrio de armonía y mar. Nada suicida, nada en las perlas que en su lúmina cegan tu nudo en la garganta.