Saturday, December 23, 2006

Nirvana

Por: Andreas Casta

Si a Nirvana la conocí
es porque a los gatos les gusta la luna
y a las estrellas les encanta rebotar su luz en el pavimento.
Si a la muerte llegué por el costado derecho
tal vez la hoz sea ciega y no perfore mi costilla,
o simplemente, bajo el clamor de una grito mazoquista,
llegue e besarme con un olor a perfume que salga de su carraca
como polen de lotos caídos en pantanos verdes.

Quiero creer hoy mujer que nada de tu transparencia fue planeada para enceguecerme
ni que mucho de tu causa fue creada para ultrajarme.
Quiero pensar, más bien, que tu sonrisa de alas de águila y tu mirada de bosques de vino
es una señal perfecta en la que vi una posibilidad de besos,
de caricias, de palabras, de locuras.
Blanca dama perteneces a la nocturna incauta de tu pecado
y te estremeces bajo el temblor sincero del aniz o la cebada pendenciera.

Hay algo que pasa dentro de tu cardio y el mio
en el momento en que sobre mí
te colocas como sábana de levedad perfecta.
Pluma tranquila que no trotas la brisa
haces braza naranja y violeta mi sangre y mi carne
mientras en la fuente de lino de tu espalda
cae mi mar de lágrimas y salibas ardientes.
No sé a qué momento del tiempo perteneces,
pero sí sé que los dos somos unas líneas perfectas sobre un mesón de madera
y bajo el círculo de una Quartz de oro o de mermelada de mora.


Te digo todo esto, profundidad demente que bailas en marmol,
porque el alcance de mi poesía sólo roza el filo vacío de tus ternuras
y apenas toca, como una punta de alfiler calcinado,
el poco de azufre que dejas botado tras el humor de tus gemidos y tus sudarios.

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